sábado, 15 de diciembre de 2012

Es por eso, Sr. Wert






Estos días el tema en los medios de comunicación, mucho más que la crisis, es el debate lingüístico en Cataluña. Debate que, ya de entrada digo, es un invento. No existe tal debate en la calle, y cualquiera que viva aquí, si es sincero consigo mismo más allá de ideologías que a veces a todos pueden encorsetarnos, ve que no es real, que se lo han sacado de la manga, como tantas cosas.

Oigo que se prohíbe hablar castellano en los institutos y colegios de Cataluña. Y es mentira. Oigo que se castiga en los patios por hablar castellano y una se pregunta en qué patios, oiga, porque en el de mi instituto lo que menos se oye es catalán, y lo que más, castellano y árabe. Sé que en otros sitios no es así, puesto que cada uno pertenece a una comunidad lingüística y dependerá de dónde vienes, dónde vives y cómo es tu familia.

En un protocolo no escrito, la única lengua que no se permite en las aulas es, en mi instituto, el árabe. Por supuesto, en el patio no hay ningún problema. Pero ciertamente en las aulas, cuando dos o más alumnos hablan árabe, se les conmina a usar el castellano o catalán, por razones de convivencia (los profesores y otros alumnos no entendemos árabe). Empero, debo decir que a mí personalmente me cuesta mucho decirles que por favor no hablen árabe y normalmente si son comentarios puntuales, no digo nada. Pero es así, es una regla no escrita y que muchos profesores practican: En el aula, se habla castellano o catalán. O inglés como en mi caso.

Pero la lengua vehicular es el catalán, y me gustaría explicar por qué eso, a mi entender, desde mi experiencia docente de profesora que vive y trabaja en Cataluña, es justo y necesario. Se dice que podría haber dos líneas pero eso es una auténtica locura. Se intentó en el País Valenciano y fracasó estrepitosamente. Las familias castellanohablantes suelen matricular a sus hijos en la línea en valenciano precisamente para que lo aprendan bien, ya que en casa no tienen ese input lingüístico. Y entonces, las familias que por razones ideológicas (nacionalistas españolas, que es muy respetable) matriculaban en castellano, se encontraban las aulas llenas de inmigrantes sudamericanos y ah… eso ya no les gustaba tanto. Quejas. El nivel era más bajo porque por propia experiencia tengo que decir que las personas que vienen de Sudamérica  (por regla general, no todas) presentan un nivel de aprendizaje más bajo (producto de múltiples factores que no puedo detallar aquí) y además esos padres no querían que sus hijos fueran “extranjeros” dentro de su propio colegio o se sintieran como tales. Estaban y se sentían segregados. Por propia elección, además, lo que hacía la situación aún más absurda.

Aquí nunca se dio esa opción. Aquí la lengua vehicular es el catalán. Y las clases, exceptuando lenguas extranjeras (inglés o francés) y el castellano, se dan en catalán. Debo decir que es una norma laxa. En cualquier instituto donde he trabajado ha habido profesores que dan la clase en castellano, porque les conviene más, porque se sienten mejor, por lo que sea. Y jamás ha pasado nada. Nunca he oído de un director o directora de centro que llame la atención. Pero la norma, en mi opinión, debe existir. La lengua vehicular, el catalán. Lo que luego se haga en las aulas ya depende de la flexibilidad de las personas, que si son inteligentes son flexibles por definición.

Y a pesar de esta realidad, una oye estos días tales burradas que no sabe si hablan de su pequeño país o de la Conchinchina. ¿Niños castigados en el patio por hablar castellano? Pues ya digo, medio patio de mi escuela estaría castigado. No tantos en el colegio de mi hijo. Como dije al principio, va por zonas porque la situación demográfica de este territorio es muy compleja.

Y por último y más importante, no es que dos líneas produzcan segregación, que también. Es que aquí la gente habla perfectamente catalán y castellano, todo el tiempo. Magrebíes, sudamericanos, castellanohablantes y catalanohablantes, todos. Si se crea una línea donde haya alumnos hablando sólo castellano, creamos toda una generación que no hablará apenas catalán. Y tendrán problemas en su vida futura, laboral y social, porque es harto ridículo pretender vivir aquí y no hablarlo o entenderlo. Porque se lo pedirán en un trabajo, lógicamente, para atender a clientes. Para hacer oposiciones. Para hablar con proveedores, industriales, jefes de zona. Para leer libros en cualquier materia. Para ir a la universidad o trabajar en un colmado. Para conocer amigos nuevos o compañeros de vida. Simplemente para comunicarse. Porque aquí es (aún) lengua de prestigio.

Es una falacia pensar el caso contrario, que las personas educadas en catalán tendrán o tienen dificultades para expresarse en castellano. Y repito, nadie que viva aquí lo pensará. Mi propio hijo ya es bilingüe, con cinco años, habiendo sido educado en catalán en el colegio y hablando catalán en casa. Es bilingüe porque el español está aquí en todas partes, y yo soy la primera interesada en que lo hable y escriba a la perfección. Cataluña está en la media española de rendimiento escolar, nuestros escolares no tienen menor comprensión lectora ni hacen más faltas de ortografía por saber otra lengua, más bien al contrario. El bilingüismo es garantía de buen aprendizaje de las demás lenguas, y eso está más que estudiado. Al contrario, desde mi experiencia, los alumnos que peor escriben no suelen ser catalanohablantes, si bien aquí el castellano tampoco tiene la culpa, sino que más bien responde a factores socioculturales complejos de analizar aquí.

Es por eso, Sr. Wert, que aquí lo que usted propone no es razonable ni posible. Y además, no lo queremos. Hay amplio consenso en la comunidad educativa, consejos escolares incluidos, que nos representan a todos. Incluso los partidos políticos se han puesto de acuerdo, a excepción del suyo, claro está. Y sin embargo, cualquier miembro del PP que viva en Cataluña sabe que el debate, como dije al principio, es una falso.

Ayer una buena amiga me decía que en el resto de España están hartos del debate lingüístico. Imaginen lo hartísimos que estamos nosotros, cuando nos intentan tocar algo que funciona perfectamente. Como si fuéramos sobrados de cosas que funcionan.

Es por eso, Sr. Wert. Por todo eso. Y porque es nuestra casa y nadie tiene que venir a decirnos lo que tenemos que hacer o cómo debemos sentir. Porque el bilingüismo es nuestra riqueza y patrimonio y no vamos a renunciar a ello. Porque es nuestra vida y el futuro de nuestros hijos.

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