miércoles, 14 de noviembre de 2012

Minutos robados



El metro.

Hay gente no entiende que me guste viajar en metro. Es cierto que lo hago en condiciones muy favorables, a una hora que no está masificado y el trayecto es relativamente corto, sólo unos 30 minutos más que en vehículo propio.

Pero ¿si no soy una abierta defensora de la ecología y el transporte público, por qué encuentro atractivo viajar en suburbano?

Pues es sencillo.

Esos 30 minutos son absolutamente míos, privados, intransferibles, para usarlos y gastarlos como mejor me parezca.

¿En qué los suelo emplear?

A veces leo un libro, aunque el trayecto es demasiado corto para poder concentrarme en una lectura productiva; a veces escucho música, uno de mis vicios; y la mayoría de las veces me dedico únicamente a pensar.

Pensar.

Porque cuando eres mamá y trabajas fuera y por supuesto dentro de casa, tienes tantas cosas en la cabeza, tanto ruido, que no puedes siquiera escucharte a ti misma.

Y esos minutos se convierten en un regalo diario, un momento de paz y de tranquilidad, de introspección.

Un hueco en el día para ser yo misma y olvidarme de todas mis ocupaciones y todos aquellos que dependen de mí.

Ahí estoy solo yo, agarrada a la barra para no caerme cuando frena, a veces sin prestar atención siquiera a la música que suena en mi Iphone, y desde luego sin comprobar el WashUp o los SMS.

¿Quién demonios fue el iluminado que dotó de red WIFI gratuita al metro?

Hay que tener mala leche para no dejar ni un refugio donde escondernos de las llamadas y los pitidos de tantos y tantos amigos bien-intencionados que se dedican a bombardearnos con todas sus buenas noticias, y que además nos exigen saber en todo momento nuestro estado.

Pues ahí va el mío.

Estado actual: OFF.

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