sábado, 23 de febrero de 2013

¿Cómo nacen nuestros hijos?



En estos días pasados de diciembre quiso la casualidad que en un viaje en tren pusieran una película sobre parejas, madres y padres. Qué esperar cuando se está esperando

Siendo sincera, no presté demasiada atención, cuando viajas con niños es difícil salvo que duerman, claro. Pero sí que al final de la película, justo cuando las parejas protagonistas se disponen a traer al mundo a sus hijos, quise saber cómo resolvía el director esta cuestión, incluso con una adopción entre las formas de ser madres de las protagonistas.

Fue toda una sorpresa.

Primero os quiero contar el perfil de las mujeres. Todas son grandes profesionales, mujeres modernas, del mundo actual, que también son madres, no viven la maternidad como una carga ni como un obstáculo, lo viven como algo feliz que va a complementar su vida. Esta es la primera sorpresa. Aún teniendo alguna de ellas problemas en el embarazo -o la imposibilidad de quedar embarazadas directamente- son felices con su estado, son positivas, saben en todo momento que van a ser capaces de ser madres.

No sé si me equivoco... ya digo que no presté atención a la película entera, pero todas las protagonistas eligen un parto vaginal. Es ya en sí una gran sorpresa. Mujeres solventes económicamente, mujeres preocupadas por su físico, por su vida laboral, que sin embargo no se plantean programar su parto.

Y el momento del parto me dejó con una gran sonrisa en el rostro.

Entrar en una clínica en la que no te miran mal, no te tratan como a una enferma, una minusválida, no te ignoran mientras hablan con tu marido, no te alejan de tu pareja dejándote horas abandonada... Digno de mención las habitaciones y camas.

Esas camas articuladas en que ellas pueden dar a luz y pasar todo el parto. Esos médicos y enfermeras amables, sin caer en el paternalismo, animando a la pareja, sin luces ni dramas, sin decorados de quirófano innecesarios.

Recuerdo tres partos, uno de ellos de una mujer que pare tranquilamente, sin grandes dolores, un bebé hermoso y saludable, para sorpresa de todos. Sí, esos partos existen, no son ciencia ficción, de verdad existen esas mujeres. El otro un parto digamos más habitual, una mujer que sufre los dolores de la dilatación y que tiene que esforzarse en traer al mundo a su bebé, siempre ayudada, respetada, sin gritos, sin maniobras innecesarias. Toda una Cameron Diaz en acción.

El tercero me pareció muy curioso. Ella había preparado un plan de parto -sí señoras, un plan de parto- y había expresado su negativa a tener epidural. Pero entre los dolores del parto, sufre un descontrol nervioso y el marido paga a un anestesista -atención también a este hecho: él paga para que el anestesista ponga la epidural- porque ella dentro de su estado nervioso dice que no puede aguantar. Es el único marido que no cree en ella, el único futuro padre que durante el film nos queda claro que es inseguro y vive a la sombra de su padre. Cree más en su dinero y en lo que puede comprar con él. No diré que me pareció agradable, ni que se lo merecía, pero una vez más el director nos sorprende cuando el parto se complica y ella tiene que ser intervenida.

El único parto que termina en parto traumático es aquel que es tratado como un acto médico, con epidural y sacando al bebe de la madre. ¿Cómo es esto posible? ¿Tal vez ese papel que firmamos cuando aceptamos la epidural es más cierto y real de lo que pensamos? ¿Cuándo los pediatras nos van a hablar de los efectos de los medicamentos en el parto sobre el bebé y los ginecólogos nos van a explicar que lo que nos va a ayudar a soportar el dolor puede convertirse en nuestro peor enemigo?

¿No os sorprende todo esto?

¿Es quizá el director un activista del parto respetado?

¿O quizá ahí fuera de nuestras fronteras eso es lo normal y natural?

Más bien esto segundo. En otro países desarrollados las mujeres no compran una intervención quirúrgica para traer al mundo a sus bebés, no paren entre batas verdes y frases paternales, no son alejadas de sus parejas y sus bebés, no son tratadas como adolescentes sin poder de decisión, ni son sometidas a intervenciones quirúrgicas innecesarias para poder alumbrar a sus hijos.

Y todo ello dentro de la seguridad de un centro médico.

¿Para cuando llegará a ser esto lo normal en nuestro país? ¿Cuándo será posible que una película española no muestre un parto entre gritos, cirujanos preocupados, padres paseando solos en pasillos y niños sobre mesas examinados como si estuvieran en un accidente?

A veces la ficción nos muestra el camino a seguir.

Sentí mucha envidia, tengo que confesarlo. Porque aunque yo pude tener a mis hijos sin epidural, no he vivido ese ambiente respetuoso, esa tranquilidad que debían de transmitirnos los profesionales de la sanidad, todo lo contrario, vi caras largas, ceños fruncidos, preocupación... Si bien tengo que dar gracias que mi segundo parto sí fue tratado de forma muy respetuosa para el país en que vivimos y teniendo en cuenta el caso tan complicado que yo presentaba encontré profesionales que apostaron por nosotros, sí sufrí ese miedo trágico que hizo que probablemente ese momento fuera más doloroso y tenso de lo que debía, y por tanto más complicado.

Pero no quiero terminar sin decir algo a todas las futuras mamás. Esos partos existen en nuestro país, hay profesionales que se esfuerzan en darnos un paso normalizado a la vida, en tratarnos con respeto, en estar preparados para cualquier emergencia pero no meternos miedo ni decidir por nosotras. Solo hay que buscar bien, y no, no hace falta pagar, incluso dentro del sistema sanitario público existen estos profesionales que luchan porque el comienzo de la vida sea lo que debe ser: una celebración.

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